El pasado viernes 23 de Noviembre tuve la oportunidad de participar en el Jornada «Creatividad-empresa. Nuevas vías para el sector cultural» que se celebró en la Ciudad de la Cultura de Santiago de Compostela.

El objetivo de la Jornada era concienciar al sector cultural de las oportunidades de colaboración en la empresa, y de las sinergias que pueden surgir en el proceso.

Después de las intervenciones de Cristina Vickberg (Nova Xestión Cultural), Andres Barro (El Faro de los Tres Mundos), María Salvaterra (The Royal Academy of Arts) y Juan Paz (Estrella Galicia), mi papel consistió en la moderación de una conversación socrática para intentar extraer las conclusiones del congreso.

Las conversaciones socráticas consisten en la aplicación de la dialéctica para la obtención de nuevos conocimientos. Sócrates defendía que la mejor manera de adquirir nuevos conocimientos era a través de preguntas del profesor al alumno, para que el que alumno, reflexionando, obtuviese por sí mismo las respuestas.

Esta técnica parte pues del supuesto de que el conocimiento es inherente al ser humano, y lo que facilita la técnica es el «alumbramiento» de ese conocimiento.

Llevada al terreno de un debate, la técnica socrática parte de una pregunta (en este caso relacionada con el congreso) y no busca respuestas absolutas, sino que a lo largo de la conversación surjan nuevas preguntas que nos ayuden a profundizar en la pregunta original.

Para conseguir ese objetivo, se siguen una serie de estrictas reglas, como por ejemplo, elaborar siempre cada intervención a partir de la respuesta de la persona precedente, la prohibición de incorporar al debate conocimiento de personas no presentes, o la prohibición de mencionar investigaciones o libros, para garantizar que el conocimiento nuevo que se genere parte de los individuos participantes.

Un momento de la conversación socrática

Así, por ejemplo, en la conversación socrática de la Jornada Creatividad-Empresa, la pregunta de partida elegida fue «¿Cuáles son las claves para demostrar a la empresa que la cultura es una inversión y no un gasto?«.

La verdad es que no llegamos a ninguna respuesta, pero sí a algunas conclusiones por el camino, y a nuevas preguntas:

  • El descenso en subvenciones al fomento de la cultura ha obligado a la industria cultural a entenderse con el sector privado.
  • El artista tiene dificultades para saberse vender.
  • La empresa no está «educada» para incorporar cultura o creatividad a su organización.
  • Los objetivos de una acción cultural deben estar alineados con los objetivos empresariales del destinatario.
  • El artista debe involucrarse en los procesos de la empresa para aportar valor, no presentar un proyecto con inicio y fin.
  • Existe un déficit formativo en el sector cultural en cuestiones empresariales.
  • Es importante estimular el pensamiento divergente en todas las etapas formativas.
  • La dificultad comercial de la industria cultural puede tener relación con el entorno, pues en otros entornos no parece apreciarse esta situación.
  • No hay un verdadero «lobby» cultural que defienda los intereses del sector.
  • No todas las expresiones culturales han de ser rentables de facto.

La verdad es que fue una experiencia no solo interesante sino también muy productiva, y una técnica que espero poder utilizar en más ocasiones, porque realmente genera resultados, al menos en términos de reflexión interior.

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