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Economia

El índice Báltico, la crisis y el principio del fin

Me ha llamado la atención el empleo del Índice Báltico como indicador de la salud de la economía mundial. Os cuento sin entrar en muchos detalles: el índice báltico es un indicador de valor del transporte marítimo de materias primas secas. Por las singulares características del transporte marítimo y por ser un valor no sujeto a especulación, los expertos dicen que puede ser un buen indicador de las salud de la economía global, de tal modo que las variaciones hacia arriba o hacia abajo de dicho índice se pueden asimilar a los ciclos alcistas o bajistas de la economía.

Leí acerca del tema en la revista «Actualidad Económica«, y buscando documentación acerca del tema, me encontré con artículos que nos alertaban a finales de 2008 de la estrepitosa caída de dicho índice, lo cual no era más que un indicador de la gravedad de la crisis que estamos viviendo.

Según los datos que aporta Actualidad Económica, el Índice Báltico ha subido en las últimas semanas, hasta situarse cerca de los 2.000 puntos. Como podéis ver en las gráficas de esta página, parece que se ha producido un rebote del índice a finales de 2008 y que desde Enero la tendencia es de recuperación.

¿Estaremos ante el principio del fin?

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Espabilando con la crisis: «Aprieting the cinturoning»

Estamos en crisis. Todos. Desde Afganhistan hasta Murcia. Desde hace tiempo y para largo. Administraciones y Empresas. Suenan las alarmas: las PYMES (95% del tejido industrial de España) se quedan sin pólizas de crédito o préstamos para financiar el pan nuestro de cada día: el circulante, amigos, que ya nos gustaría a todos ser Carrefour, pero la mayoría pagan antes de cobrar.

Los bancos aprietan el culo (permítaseme la expresión, pero es que los bancos últimamente me caen un poco mal), así que el fondo de rotación de las PYMES, como decimos en Galicia, se va al carallo. Las PYMES tienen varias opciones:

  1. Comprar más barato o ampliar los plazos de pago (ya..)
  2. Vender más caro o ganar más a cada venta (claro…)
  3. No pagar a sus acreedores, creando una bola de nieve de aquí te espero.
  4. Reducir costes rápido y mal para reducir las necesidades de fondo de rotación.

Desgraciadamente el 90% del 95% acaban eligiendo la puerta 4: lo que en las Escuelas de Negocios se llama «Aprieting the cinturoning». Esta técnica consiste en:

  1. Echar a los que cobran más pero están temporales.
  2. No subir ni el IPC a los demás.
  3. No invertir ni en portalápices, ya no digamos tecnologías (tecno qué?)
  4. Sacar un listado del Grupo 6 y mirar hasta el gasto en papel de baño para intentar recortar como sea.

Como resultado de esta técnica, las PYMES descubren:

  1. Que nadie antes había sacado un listado del grupo 6 (grupo qué?)
  2. Que después de analizarlo, aproximadamente el 25% del gasto total es perfectamente prescindible.
  3. Que el 75% restante se puede mejorar negociando o buscando alternativas.
  4. Que a partir de ahora, han encargado a alguien que haga ese análisis mensualmente.
  5. Que no es necesario llevar a los clientes a comer a sitios tan caros.

Y digo yo: ¿Ese análisis no se debería de hacer siempre, con crisis o sin ella? Si en la PYME española ocurre, elevad la chorrada de análisis a nivel de Ministerio, o multinacional. Miedo me da pensar el margen de mejora y sobre todo el de derroche.

En todo ello subyace (no se me sulfuren, hay excepciones) un mal endémico de este país. Cuando las cosas van bien, no miramos el bolsillo, pero cuando van mal…resultado: la dolorosa puerta 4, que genera muchos parados cada día.

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Todos somos John Maynard Keynes

Con la crisis económica, estoy teniendo la oportuna ocasión de rememorar las clases de Macroeconomía del Profesor G.K. Shaw en la Universidad, y no solo por la calidad de las mismas, sino porque 15 años después cobra especial vigencia su empeño por la política económica de John Maynard Keynes.

Keynes promulgaba que la base de todo crecimiento de la riqueza nacional era la estimulación del consumo, lo cual solo podía ser alentado por el aumento (aunque fuese artificialmente: «contrata a un obrero para abrir una zanja y a otro para cerrarla…») de la demanda privada, y por estímulos fiscales, dos aspectos que suponen un fuerte intervencionismo del Estado en la vida de las personas.

Estas ideas fueron apartadas durante muchos años tras el auge del Monetarismo de Milton Fiedman, que promulgaba que, independientemente de las aserciones de J.M Keynes acerca de la economía «demand-driven», el verdadero crecimiento de la riqueza nacional podía ser estimado y articulado mediante la oferta monetaria.

Finalmente, hasta hace bien poco, todos nos congratulábamos de la perfección de la máquina capitalista, que, ella solita era capaz de regularse, en un mundo en donde la oferta y la demanda debían fluir libremente a su antojo porque, oh, misterios del destino, ellas mismas pondrían a cada uno en su sitio. Y ojito con los Gobiernos, que no están aquí para intervenir en el libre flujo de las curvas de oferta y demanda, sino para hacer hospitales y garantizar nuestras pensiones.

En este escenario, compruebo que diarios escritos y digitales se hacen eco de las opiniones de afamados economistas acerca de la idoniedad de la política macroeconómica Keynesiana a los tiempos que vivimos, y no solo eso, sino que muchas de las decisiones de intervención aprobadas por los diversos gobiernos (el «Obamazo«, los 8.000 millones de Zapatero) no son sino aplicaciones prácticas de la política promulgada por este británico en el período de entreguerras: estímulo fiscal, incentivación de la demanda privada, intervención pública en entidades financieras, etc, con el único fin de volver a hacer crecer la riqueza nacional, y re-engrasar los motores de las economías mundiales, chamuscados de capitalismo liberal y excesos vergonzosos.

A los economistas, casi lo primero que nos enseñan es que la economía es un ciclo. Si John Maynard Keynes levantara cabeza, no podría sino corroborar esa afirmación con una sonrisa en la cara.

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