Esta tarde mientras comprobaba posiciones de búsqueda de algunas palabras clave de mis proyectos, me encontré con una grata sorpresa: había llegado a la primera posición en un proyecto en el que llevo un par de meses en la tercera posición de resultados en Google.

No es que la conversión o el tráfico varíen mucho a igualdad de palabras clave entre un Top3 y un Top1 (por expreiencia), pero siempre está esa pequeña punzadita de orgullo de ser el primero.

Sin embargo, advertí que Google estaba mostrándome un texto que hasta entonces nunca había visto. Un texto que decía, en la esquina superior derecha de los resultados: «Personalizados en función de tu historial web«. Me di cuenta entonces, que tenía sesión iniciada con mi cuenta de Google, la que me da acceso a servicios como Gmail, Analytics, Adwords, etc. Inmediatamente cerré la sesión, volví a hacer la búsqueda, y los resultados volvieron a su lugar original: mi web estaba de tercera.

Al parecer, Google ha estado almacenando mi historial de navegación y mis patrones de búsqueda a través de la opción «Historial Web» de mi cuenta, que (confieso que lo desconocía), estaba activada desde el año 2006.

El funcionamiento es sencillo: Google ha decidido por mí qué resultados de búsqueda me pueden interesar más de los que están en sus índices, en base a mi patrón de conducta pasada. Nada que no hagan las tan despreciadas cookies a nivel de una página Web individual, y con alguna que otra limitación más (navegadores sobre todo).

La verdad es que como planteamiento de base, es bastante razonable, y seguramente, con lo que sabe de mí, será capaz de ofrecerme exactamente lo que más posibilidades tenga de agradarme, ya sea mientras busco un viaje, un accesorio para mi iPhone, o dónde conseguir un empapelador, o cómo se llama la actriz que ganó ayer el Goya a la mejor actriz. Sencillamente, Google SABE que es lo que me conviene, o qué me ha funcionado mejor en el pasado.

Esta herramienta y el hecho de haberla sufrido por primera vez en mis carnes, evoca dos pensamientos:

  • El primero es sencillo: de momento mi primera reacción (e intuyo que la de mucha gente que se dé cuenta de que está siendo «observada» en sus conductas) ha sido desactivar la función de Historial Web. No tengo ningún argumento lógico, aplastante o no. No lo tengo. Pero oigan, no me gusta que Google esté guardando absolutamente todas las búsquedas que hago. Y no me malinterpretéis, que no soy de los que busca nada extraño, pero es que no me gusta. Llamadme neurótico si queréis.
  • El segundo sí es más racional: ¿Qué pasa con los profesionales del posicionamiento en buscadores (SEOs – Search Engine Optimizers)? Estos profesionales viven de mejorar, mediante acciones de optimización interna y promoción externa de una web, los rankings de sus clientes en los distintos buscadores (en España Google, no nos engañemos). Pero si los resultados de la misma búsqueda varían en función de quién los esté buscando, ¿cuál es la posición real de un criterio en un momento dado? ¿para quién o qué perfil de usuarios de Google tendré que optimizar mis páginas? ¿cómo sé realmente en qué posiciones aparezco para mi público objetivo? Podría significar, como el título de este post, «el fin de los SEO tal y como los conocemos».

Y desde el punto de vista del cliente, ¿cómo es el cliente capaz de valorar las acciones llevadas a cabo por parte de su flamante SEO, sí este le dice que en su casa sale de primero y el cliente se ve de séptimo?

Si esta es la evolución, evidentemente mis apreciaciones pasarán de ser meros chascarrillos a preocupaciones reales para SEOs y clientes. En ese caso lo más seguro (y razonable) sería la evolución hacia un trabajo SEO valorado en función de objetivos, un paso más allá. Los clientes no exigirán aparecer de 1º por una búsqueda en concreto, o en el TOP 5 en su sector, etc, sino que deberían exigir tráfico cualificado.

Ejemplo práctico del responsable de la empresa «Feralla Martínez» hablando con su SEO:

Señor SEO, a mí me da igual salir de primero por la búsqueda «Ferralla económica de calidad en Murcia a precios excepcionales», primero, porque no entiendo qué significa «longtail», y segundo porque a pesar de aparecer primero por ese criterio en Google durante los últimos 4 meses, mis visitas y ratios de conversión siguen estando en los mismos niveles de hace 4 meses. Lo que quiero es que la gente que entre, compre, o se ponga en contacto conmigo.

Este ejemplo, que puede parecer un poco extremo, no creo sinceramente que esté lejos de la realidad si los resultados de búsqueda personalizados se convierten en standard. Además, realmente contribuiría a añadir mucho valor a una profesión que en mi opinión está sobrevalorada por el enorme desconocimiento que existe por parte del mundo empresarial acerca de la misma, campo abonado para la aparición de ejércitos de jetas profesionales que están haciendo el Agosto dejando tierra quemada a su paso.

Si la función del SEO pasa de ser conseguir una posición determinada en Google a ser el responsable de conseguir tráfico de calidad, que aporte alta conversión y valor a los objetivos marcados por la empresa cliente, a los SEO (a los buenos, claro, los macarras no sabrían ni por donde empezar) les quedan muchos años y mucho trabajo por delante. Pero si se dedican a garantizar una posición en Google a cualquier precio e independientemente de qué pasa después del click del usuario en el resultado, creo que puede ser un suicidio colectivo pero de los gordos.

Estaremos pendientes de los mensajitos de Google en la esquina superior derecha…

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